De libros y delirios.

Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor.

Foto de Eneas de Troya Creative Commons License

La figura de mi abuelo paterno sentado en la salita de casa, de espaldas a la ventana del patio, leyendo desde el amanecer hasta el mediodía el periódico y desde la sobremesa hasta el anochecer las páginas de un de sus libros es, quizás, una de las imágenes más queridas y entrañables de cuantas conservo de mi infancia.

Recuerdo, sobre todo, un libro; un mamotrético infolio encuadernado en plena pasta española patinada por el tiempo, lustrosa de tan acariciada por unas manos que ya debieron soportar, en el pasado, otras cargas de más etérea pesadez contra las que su reiterada lectura debió constituir un placentero refugio. Esa Historia de Los Estados Unidos de América escrita por César Cantú, publicada por Gaspar y Roig en 1870 es, cuarenta y tres años después de la desaparición física de mi abuelo, uno de los más importantes inductores de los recuerdos asociados a su figura y a los momentos que vivimos juntos.

Navegamos hoy en las aguas turbulentas de una época delirante en la que la realidad del libro se redefine y se reinventa. 

El abandono progresivo del papel como soporte primordial de la palabra escrita parece prometer, y promete, una época gloriosa marcada por el advenimiento de una democratización creciente en el acceso a la escritura (de libros) y a la lectura (de esos mismos libros). Aquellos que producen, que crean e inventan esas combinaciones de ideas y palabras que, revistan la forma que revistan, seguiremos llamando novela, ensayo, cuento, poema…, seguirán estando ahí, detrás de la pantalla de nuestro lector digital, más etéreo, eso sí, tan impalpables como los pensamiento surgidos de la sinergia de la neuronas de sus respectivos cerebros.

Cabe esperar que la influencia de las nuevas tecnologías no termine disipando del todo esas inclinaciones, tan humanamente fetichistas, que sigan haciendo lícito pensar en el libro como en el ídolo material de la devoción de nosotros los lectores. Los libros en papel hablan de sus dueños, de aquellos a los que vimos afanarse en su lectura y de aquellos otros a los que solo nos es dado intuir a partir de las trazas más o menos tenues que en ellos dejaron con intención o por simple descuido. Un libro es memoria y, de uno u otro modo, el Día Mundial del Libro es el día Mundial de la Memoria.

¡El próximo 23 de abril, celebra la memoria celebrando el Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor!

Texto: Francisco Hermosín

Algunas cualidades de nuestros amigos los libros.

Gran amante de los libros, Francisco Rodriguez Marín destacaba algunas de las cualidades del libro en un artículo titulado Apología del libro. Originalmente publicado en el periódico español ABC allá por los años treinta del pasado siglo, sería reeditado en 1943, junto con otras reflexiones relacionadas con los libros y la lectura, en un pequeño folleto titulado, como no podía ser de otro modo, De libros.

He aquí alunas de ellas:

  • El libro es siempre discreto: ¡jamás se entromete a dar consejo a quien no se lo pide! Al revés de lo que ocurre con muchas personas, que van por ahí arreglando el mundo cuando no son capaces de poner orden en su propia casa.
  • El libro nunca adula ni lisonjea a quien le interroga, como decía el rey Don Alfonso de Aragón, quien, preguntándole que consejeros consideraba más útiles, respondió sin vacilar: “Los libros”.
  •  Los libros, al contrario que los vicios, que esclavizan al que a ellos se entrega, hacen libre, moral y aun materialmente, a quienes los trata con fervor y perseverancia.
  •  Los libros son, a la par, comida que satisface y no harta: unos enseñan a vivir; otros enseñan lo que se ha de vivir.
    Así como para las enfermedades corporales hay altísimo número de medicinas, también hay muchas y muy eficaces para los males del espíritu: su botica son los buenos libros.
  •  Los libros son gran riqueza y exquisito deleite aun para las personas más desamparadas por la fortuna; y siendo de aquellos en que lo útil y lo dulce viven felizmente concertados, su lectura bastará para hacerles agradable la vida,

Resumiendo, y como decía Edmundo de Amicis, “una casa sin libros es un jardín sin flores”. Sin flores y sin frutos: porque en los libros, como en los naranjos, conviven simultáneamente el maduro y vitaminoso fruto y la flor de azahar con su fragante olor.

No está solo, sino muy bien acompañado, quien tiene abierto entre las manos un buen libro.

Encuentra ese libro amigo entre los miles de títulos de los que disponemos en Las Américas.

Llévalo contigo en tus vacaciones, en tus paseos al parque, en tus viajes en metro o en autobús, en tus visitas a la cafetería de la esquina, y déjale contarte sus más íntimas confidencias. Al pasar la última página te acabarás preguntando: ¿cómo es posible que hayamos tardado tanto en conocernos lindo como eres y tan lleno de cualidades?

¿Qué libro ha sido para tí inolvidable?

¡Déjanos tu sugerencia!

Francisco Rodriguez Marín: Apología del libro. En “De libros. Cinco artículos de Francisco Rodriguez Marín”. Imprenta de Prensa Española S.A. Madrid 1943