Club de lectura Via libri

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¿Qué es Via Libri?: Via Libri, como cualquier otro club de lectura, es una agrupación de personas que tienen en común el gusto por la lectura con independencia de las razones por las cuales se sienten inclinados a cultivarla.

¿En qué consiste el club de lectura Via Libri?: Via Libri procura facilitar el encuentro entre lectores en torno a un mismo libro cuya lectura ha sido propuesta previamente.

¿Qué obligaciones tienen los miembros del club de lectura Via Libri?: En Via Libri no existen obligaciones aunque resulta recomendable haber leído el libro propuesto para, de ese modo, poder participar en las discusiones sobre el mismo y enriquecerse con los comentarios de los demás.

¿Qué caracteriza al club de lectura Via Libri?: Cada club de lecturas suele tener su propia dinámica y orientación. En Via lIbri entendemos que la libre expresión de las opiniones y de la personalidad  de todos y cada uno de sus componentes debe ser tenida en cuenta y respetada. El respeto mutuo hace que no sea necesaria la presencia de un moderador: saber escuchar es tan importante como saber decir.

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¿De qué se habla en el club de lectura Via Libri? El contenido y la temática de cada libro determinan el carácter de cada uno de nuestros encuentros. No obstante, un libro deja de ser un universo cerrado desde el momento mismo en el que entra interacción con cada uno de sus lectores. En Via libri se habla de “literatura”, pero deseamos que esta sea una literatura para la vida: expresando nuestras impresiones de lectura promovemos la comprensión  de nosotros mismos y de los demás en tanto que seres humanos que siente y se emocionan con la lectura.  El conocimiento del panorama literario actual no está reñido con el autoconocimiento.

¿Quién puede ser miembro del club de lectura Via Libri? Via Libri está abierto a todo tipo de lectores. Nuestro objetivo es compartir y disfrutar de la lectura y no ofrecer clases magistrales de literatura. Y todo ello, acompañado de buenos amigos y entorno a una tacita de café. Tan solo faltas tú, así que anímate y ven a conocernos.

Para cualquier información, escribe a Francisco: francisco @ lasamericas.ca

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De libros y delirios.

Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor.

Foto de Eneas de Troya Creative Commons License

La figura de mi abuelo paterno sentado en la salita de casa, de espaldas a la ventana del patio, leyendo desde el amanecer hasta el mediodía el periódico y desde la sobremesa hasta el anochecer las páginas de un de sus libros es, quizás, una de las imágenes más queridas y entrañables de cuantas conservo de mi infancia.

Recuerdo, sobre todo, un libro; un mamotrético infolio encuadernado en plena pasta española patinada por el tiempo, lustrosa de tan acariciada por unas manos que ya debieron soportar, en el pasado, otras cargas de más etérea pesadez contra las que su reiterada lectura debió constituir un placentero refugio. Esa Historia de Los Estados Unidos de América escrita por César Cantú, publicada por Gaspar y Roig en 1870 es, cuarenta y tres años después de la desaparición física de mi abuelo, uno de los más importantes inductores de los recuerdos asociados a su figura y a los momentos que vivimos juntos.

Navegamos hoy en las aguas turbulentas de una época delirante en la que la realidad del libro se redefine y se reinventa. 

El abandono progresivo del papel como soporte primordial de la palabra escrita parece prometer, y promete, una época gloriosa marcada por el advenimiento de una democratización creciente en el acceso a la escritura (de libros) y a la lectura (de esos mismos libros). Aquellos que producen, que crean e inventan esas combinaciones de ideas y palabras que, revistan la forma que revistan, seguiremos llamando novela, ensayo, cuento, poema…, seguirán estando ahí, detrás de la pantalla de nuestro lector digital, más etéreo, eso sí, tan impalpables como los pensamiento surgidos de la sinergia de la neuronas de sus respectivos cerebros.

Cabe esperar que la influencia de las nuevas tecnologías no termine disipando del todo esas inclinaciones, tan humanamente fetichistas, que sigan haciendo lícito pensar en el libro como en el ídolo material de la devoción de nosotros los lectores. Los libros en papel hablan de sus dueños, de aquellos a los que vimos afanarse en su lectura y de aquellos otros a los que solo nos es dado intuir a partir de las trazas más o menos tenues que en ellos dejaron con intención o por simple descuido. Un libro es memoria y, de uno u otro modo, el Día Mundial del Libro es el día Mundial de la Memoria.

¡El próximo 23 de abril, celebra la memoria celebrando el Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor!

Texto: Francisco Hermosín

Algunas cualidades de nuestros amigos los libros.

Gran amante de los libros, Francisco Rodriguez Marín destacaba algunas de las cualidades del libro en un artículo titulado Apología del libro. Originalmente publicado en el periódico español ABC allá por los años treinta del pasado siglo, sería reeditado en 1943, junto con otras reflexiones relacionadas con los libros y la lectura, en un pequeño folleto titulado, como no podía ser de otro modo, De libros.

He aquí alunas de ellas:

  • El libro es siempre discreto: ¡jamás se entromete a dar consejo a quien no se lo pide! Al revés de lo que ocurre con muchas personas, que van por ahí arreglando el mundo cuando no son capaces de poner orden en su propia casa.
  • El libro nunca adula ni lisonjea a quien le interroga, como decía el rey Don Alfonso de Aragón, quien, preguntándole que consejeros consideraba más útiles, respondió sin vacilar: “Los libros”.
  •  Los libros, al contrario que los vicios, que esclavizan al que a ellos se entrega, hacen libre, moral y aun materialmente, a quienes los trata con fervor y perseverancia.
  •  Los libros son, a la par, comida que satisface y no harta: unos enseñan a vivir; otros enseñan lo que se ha de vivir.
    Así como para las enfermedades corporales hay altísimo número de medicinas, también hay muchas y muy eficaces para los males del espíritu: su botica son los buenos libros.
  •  Los libros son gran riqueza y exquisito deleite aun para las personas más desamparadas por la fortuna; y siendo de aquellos en que lo útil y lo dulce viven felizmente concertados, su lectura bastará para hacerles agradable la vida,

Resumiendo, y como decía Edmundo de Amicis, “una casa sin libros es un jardín sin flores”. Sin flores y sin frutos: porque en los libros, como en los naranjos, conviven simultáneamente el maduro y vitaminoso fruto y la flor de azahar con su fragante olor.

No está solo, sino muy bien acompañado, quien tiene abierto entre las manos un buen libro.

Encuentra ese libro amigo entre los miles de títulos de los que disponemos en Las Américas.

Llévalo contigo en tus vacaciones, en tus paseos al parque, en tus viajes en metro o en autobús, en tus visitas a la cafetería de la esquina, y déjale contarte sus más íntimas confidencias. Al pasar la última página te acabarás preguntando: ¿cómo es posible que hayamos tardado tanto en conocernos lindo como eres y tan lleno de cualidades?

¿Qué libro ha sido para tí inolvidable?

¡Déjanos tu sugerencia!

Francisco Rodriguez Marín: Apología del libro. En “De libros. Cinco artículos de Francisco Rodriguez Marín”. Imprenta de Prensa Española S.A. Madrid 1943

De lo esotérico de la literatura

El azar, la pura coincidencia, ¿resultan suficientes para explicar ciertos hechos de carácter extraordinario? ¿Habría que achacar estos a la orquestada conjura de una serie de elementos que escapan en todo punto a nuestra comprensión? ¿O puede que, como dijera Paul Eluard, “el azar no existe y tan solo se producen encuentros”? Sea como que fuere, y a pesar de mi formación eminentemente racional, en estos momentos cruciales no puedo sino manifestar mi asombro ante el instante y manera en que el escritor francés de entre-guerras Louis Théodore Telvar hubo de revelarse a mi interés.

2003, año en el que la oposición entre Marte y la Tierra llegó a ser la más intensa desde que el hombre constata este tipo de fenómenos, también fue aquel en el que, por mi parte, manifesté una particular atracción por el planeta rojo. Todo comenzó en la librería Amon-Ra-Tissait, una de tantas librerías de viejo montrealesas a las que solía acudir con ánimo de adoptar alguno de los libros que, por orfandad o abandono de sus dueños, esperan en estos asilos de cultura la venida de aquel dispuesto a librarlos del olvido, a rescatarlos para, de tal manera, hacerles ocupar la plaza que por eméritos y honorables de sobra merecen.

En un principio, el volumen no me pareció lo suficientemente atractivo. Su autor, un tal Odin Riendeau, no evocó en mi mente el recuerdo de pasadas lecturas y su título, La vida en Marte, permitía conjeturar que quizás me encontrase frente a una de esas historias de seres extraterrestres con las que se embauca a lectores poco críticos o se complace y entretiene a los incondicionales del mito marciano. Allí quedó, en la cárcel acristalada de una vetusta vitrina, aguardando una próxima visita para insinuarse de nuevo si al fin lograba que el aprendiz de bibliófilo que entonces era se resolvía a tomarlo entre sus manos y a explorar entre sus entintadas entrañas. Esto no habría de ocurrir sino meses más tarde y, aun así, no debió parecerme lo bastante seductor cuando, después de unos largos minutos sembrados de dudas, volví a depositarlo, delicadamente bien alineado, entre sus compañeros de infortunio.

Sea como fuere, mi decisión de adquirirlo antecedió en mucho a la mediatización de la que fuera objeto el perfecto alineamiento entre los dos planetas vecinos y, en particular, de la machacona insistencia con la que los noticieros del mundo entero advirtieron de la inminente llegada al planeta rojo de una batería de sondas espaciales e ingenios de exploración cuyo objetivo era, entre otros, el de descubrir las trazas de una vida pasada.

En el mes de mayo La vida en Marte se constituía en uno más de mis inquilinos impresos y su anfitrión acababa sabiendo que Odin Riendeau, vicario mayor de Sellenes y durante años director del observatorio astronómico de esta localidad, no solo fue un eminente astrónomo cuyos trabajos tuvieron una importancia capital para el conocimiento del planeta Marte, sino que, además, llevó a cabo una intensa labor divulgativa cuyo más próximo parangón podríamos encontrarlo en las personas de Karl Slogan o Isaac Guimauve. Partiendo de la hipótesis de que la vida en el exterior de la Tierra es una posibilidad más que remota, Riendeau se ve forzado no obstante a admitir que las observaciones, medidas y experiencias llevadas a cabo en los últimos años tan solo permitían presumir la presencia de una vida rudimentaria del tipo de algas y líquenes, de una especie de tundra, y que la Humanidad habría de esperar a disponer de instrumentos de observación más potentes y fiables, así como del trabajo de las futuras generaciones de astrónomos, antes de poder concluir sobre tan espinoso asunto.

No mucho después, a principios del mes de julio, cuando me encontraba disfrutando de unas breves vacaciones que decidí pasar plácidamente instalado en la soleada terraza de la que estaba provisto el nuevo apartamento al que acababa de mudarme, habría de producirse mi primer contacto con la obra de Louis Théodore Telvar. El encuentro tuvo lugar en la librería Les héros du livre, de la que era propietario el poeta y filósofo de la llamada “Revolución inquietante” Édouard Brochure, particular individuo cuya personal impronta resultaba patente tan pronto como se traspasaba el umbral de su comercio. Con anterioridad, tan solo en tres o cuatro ocasiones mis pulsiones librescas me habían conminado a penetrar en aquel lugar, y esto después de no hallar nada satisfactorio en mí peregrinar por las restantes librerías de viejo del barrio. Y es que el señor Brochure y sus amigos tertulianos, que tenían a bien convocar concilio bajo la atenta mirada de sus desvencijados volúmenes, compartían el pernicioso hábito del consumo de tabaco y de otras hierbas fumables cuya combustión enrarecía el ambiente a un punto tal que el aire contenido en el local resultaba poco menos que irrespirable. Baste leer, para hacerse una idea aproximada, el capítulo titulado Las nieblas del Capudre de la magnífica novela de Luís Mateo Díez Las fuentes de la edad. En el curso de aquella última sesión de exploración decía, entre anaqueles cubiertos de una añeja pátina de polvo y nicotina, dos volúmenes encuadernados a la holandesa fijaron mi mirada. Se trataba de La bella de veraneo y de Los patanes del espacio, escritos ambos por Telvar a principios de los años veinte y editados en Valenciennes por Edgard Malaferro dentro de su simpática colección de la Bibliothèque du porc-épic.

¿Quién era ese Louis Théodore Telvar del que nada había sabido hasta entonces y que, según figuraba en la bibliografía contenida en ambos volúmenes, contaba con una amplia producción literaria repartida en géneros tan dispares como la poesía, la ciencia ficción (en francés se emplea el término anticipación, más amplio y menos peyorativo), la novela, el ensayo, la divulgación científica, la crítica literaria y, no menos importante, la traducción en lengua francesa de autores de renombre internacional como Stevenson, Kipling, Jerome K. Jerome o Pearl S. Buck?

Mi predilección por el cuento me llevó a adquirir, en primer lugar, La bella de veraneo, cuyas páginas devoré una tras otra antes de finalizar el día. La claridad del discurso narrativo, su léxico rico y maravillosamente imbricado, la profusa descripción del alma y los sentimientos profundos de los personajes, unido al espacio en el que transcurre la acción de la mayor parte de las historias, el Mediterráneo de la antigüedad clásica, causaron en mí tal impacto que, sin más dilación, al día siguiente trataba de obtener el máximo de información sobre tamaño narrador.

Estoy convencido de que de haber accedido a ella fácilmente mi naciente interés no hubiera llegado más lejos. Las pocas noticias que logré reunir haciendo uso de Internet, esa caja de Pandora siempre útil, eran más bien pobres y, sobre todo, lejos de responder a mis preguntas, abrían la puerta a nuevos e innumerables interrogantes. Los retazos biográficos aparecidos en el número 17 de la revista de lo fantástico El codo del Atlante presentaban a un Telvar de escritura polifacética y con rasgos de personalidad propios de un ser extraordinario como extraordinarias parecían haber sido su labor creadora y su propia vida. Gran consumidor de sustancias estupefacientes, se le reconocía también un importante rol en tanto que pionero de la ciencia ficción francesa, en la que su opus La pompa marciana, compuesta de los volúmenes Los patanes del espacio y Los condenados de la Tierra, habría de ocupar un lugar privilegiado. Así, si el vicario Riendeau nos permite viajar hasta Marte haciendo uso de las lentes de su telescopio, Louis Théodore Telvar, con pleno dominio de su rica prosa, decide transportar los Marcianos a la Tierra haciéndolos desembarcar de sus naves-torpedo después de haber bombardeado intensamente nuestro planeta en un intento por destruir la civilización que, tras miles de años de paciente y sabia evolución tecnológica, los seres humanos habíamos llegado a desarrollar.

¿El nexo entre ambos? Louis Théodore Telvar, científico autodidacta en el más amplio sentido enciclopedista y autor de un muy interesante manual de astronomía, no podía por menos que encontrarse al corriente de los trabajos de una eminencia en la materia como lo era Odin Riendeau. Así, emplea la figura del vicario de Sellenes para construir la identidad del personaje que a lo largo de toda la trama de La pompa marciana se encontrará al frente del mermado grupo de humanos que trata de escapar a la catástrofe para acabar convirtiéndose en depositario y defensor de los valores morales y los conocimientos científicos que, en un incierto futuro, habrían de servir para la sentar las bases de la nueva Humanidad redimida.

Este último aspecto, claramente constatado tras un pormenorizado estudio de Los condenados de la Tierra, pone bien de manifiesto ese halito de particular misterio que desde un principio ha venido caracterizando la manera en que el gran secreto de Louis Théodore Telvar hubo de serme revelado. El círculo cuyo trazado fue abierto por el descubrimiento de la obra de Riendeau, que continuaría definiéndose más tarde debido al fenómeno de oposición entre Marte y la Tierra y la adquisición de Los patanes del cielo, acabaría cerrándose definitivamente gracias a la inclusión del vicario de Sellenes en la que una parte de la crítica científica francesa consideró como la obra por excelencia de Louis Théodore Telvar, me refiero a La pompa marciana. Esto no fue, no obstante, sino el principio. Ahora, el final está próximo. Los marcianos están a punto de descubrirme agazapado en mi escondrijo. Presa de sentimientos contradictorios, la añoranza de aquellos entrañables momentos de ávida y plácida lectura en la terraza de mi apartamento se desvanece ante el terror de ver mi mundo sometido a la sádica férula de esos seres diabólicos venidos del infierno rojo. La Gran Profecía se acabará cumpliendo después de todo en estas postrimerías de 2012. ¿Cómo no fui capaz de verlo antes? Los libros… Los libros… Todo estaba en los libros…

Vía Libri: Lanzamiento del club de lectura en español

Gran Sesión de Lanzamiento del
Club de Lectura en Español, Via-Libri

 

Ahora sí, Vía-Libri, nuestro club del libro en español, que también deseamos sea el tuyo, es ya toda una realidad.

Apertura Oficial del Club

El pasado mes de octubre tuvo lugar su sesión inaugural en la que tuvimos el privilegio de contar con la presencia de Ángel Mota Berriozábal, autor de La casa de nadie y otros relatos. Este ha sido sin duda un excelente libro para comenzar nuestra andadura. Si de por sí resulta apasionante recorrer los territorios evocados en un libro acompañado de otros lectores, poderlo hacer de la mano del propio autor es como contar con el mejor de los guías.
Fernando Sánchez fundador de Vía Libri
Nos reunimos, como será el caso a partir de ahora el último miércoles de cada mes, en la Librería Las Américas. Las palabras iniciales de bienvenida correspondieron a Paco Hermosín, su gerente y animador cultural, quien en un par de minutos transmitió a la audiencia su carácter apasionado, conocimiento y sensibilidad hacia lo literario. Paco dejó clavado en cada uno de los participantes que Vía-Libri es un espacio de amigos para aportar sus opiniones y compartir emociones.
A continuación, Fernando Sánchez, el gran artífice de Vía-Libri, tomó brevemente la palabra para dar detalles a la audiencia sobre  los objetivos que éste persigue, y el apoyo prestado por diferentes entidades como el Consulado Mexicano de Montreal, a cuya representante invitó a intervenir antes de acaparar la atención de la audiencia ya impaciente por entrar en materia.

Lectura, discusión y animación.

Mariana Guzmán, Cónsul responsable de asuntos académicos y comunitarios del Consulado General de México en Montreal, manifestó gustosamente su interés por apoyar esta iniciativa  quien alentó a los presentes a hacer crecer este proyecto en línea con la literatura y las artes.

La puesta en común 

 

Al principio, los participantes se mostraron un poco tímidos, hasta que alguien preguntó a Ángel: “dinos la verdad acerca de tu libro, ¿elegiste primero el título o el contenido de las historias?”. Ángel, quien parecía estar esperando esta ocasión, dio gala de su entendimiento de la ciudad de México, señaló que todas las historias y personajes son reales, incluyendo la Casa de Nadie ubicada en el centro histórico de la ciudad de México, y nos invitó a la participación activa a través de sólidos argumentos para entender el entorno en que se desarrollan los relatos.
Al poco tiempo,  los participantes empezaron a verter sus ideas y opiniones sobre el libro, expusieron sus diferentes puntos de vista sobre la ciudad de México, y efectuaron continuas alusiones a la historia, la cultura y la geografía de México, España y Québec. Algunas de las historias del libro incluso dieron madera para tratar ciertos temas sensibles dotados de aristas religiosas, políticas, sociales y hasta personales, pues algunos de los presentes se sentían identificados en ellas. La dinámica de cada interacción se realizó siempre dentro de una atmósfera de cordialidad, respeto y mucho entusiasmo e interés.
Fue precisamente el entusiasmo el que también permitió que el lenguaje aparentemente rebuscado de algunas de esas historial, se explicara a través del caleidoscopio con que la ciudad de México ve a sus habitantes, actores muchos ellos de historias de luchas, dolor, agresión y negación, y ello, con independencia de la clase social a la que pertenecen.
Conclusión 
Después de más de noventa minutos que transcurrieron sin sentirse debido al positivo intercambio de opiniones, finalizamos la sesión invitando a todos los participantes a acompañarnos nuevamente el próximo 30 de Septiembre y a difundir la existencia del club entre todos sus conocidos y amigos.